LA LÓGICA MERCANTIL
Algunos gobiernos están utilizando el pretexto de la crisis económica y de
la falta de recursos en los presupuestos públicos (provocada por la decisión
política de dar prioridad absoluta al pago de los intereses usureros de la deuda)
para extender aún más en la vida social la lógica mercantil y entregar al
negocio privado cada vez más aspectos de la vida social, incluidos bienes
básicos que responden a derechos fundamentales de las personas, como es el caso
de la sanidad. Antes ya se hizo con empresas públicas y la gestión de servicios
sociales.
Esta opción política no tiene nada que ver con las necesidades sociales, ni
es algo ineludible. Es una decisión política vinculada a la ideología
neoliberal, la que propagan los más poderosos económicamente para defender sus
intereses ilegítimos. Una ideología que es contraria al bien común y difunde
«la convicción de que el crecimiento económico se ha de conseguir incluso a
costa de erosionar la función social del Estado y de las redes de solidaridad
de la sociedad civil, así como de los derechos y deberes sociales» (Benedicto
XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2013, n. 4).
Que los gobiernos sucumban a estas pretensiones, como hace tiempo está
ocurriendo, es síntoma de su falta de voluntad de servir a la sociedad haciendo
frente a las pretensiones insaciables de los más ricos. Las políticas que
buscan extender la lógica mercantil en la vida social sufren un grave extravío,
pues ignoran que «la actividad económica no puede resolver todos los problemas
sociales ampliando sin más la lógica mercantil» (Benedicto XVI, «Caritas in
veritate», 36). Antes al contrario, la lógica mercantil sin límites es fuente
de una creciente desigualdad e injusticia social y aparta al ser humano de su
vocación a la comunión social.
La ideología neoliberal propugna que el mercado debe regirse por la
búsqueda del máximo beneficio económico individual y pretende someter toda la
vida social a esa mercantilización. Lo cual, como muestran los hechos, es un
desastre para las personas, en particular para los empobrecidos, y para la vida
social. Extender la lógica mercantil es exactamente lo contrario de lo que
necesitamos. Precisamente la crisis económica y social que sufrimos ha sido
provocada por la expansión sin límites y sin control de la lógica mercantil en
la búsqueda del máximo beneficio económico al precio que sea. La extensión de
la lógica mercantil no es la solución, es el problema.
Y lo es mucho más cuando se extiende a bienes comunes vinculados a derechos
fundamentales de las personas. Por eso, «es deber del Estado proveer a la
defensa y tutela de los bienes colectivos (…) cuya salvaguardia no puede estar
asegurada por los simples mecanismos del mercado (…) El Estado y la sociedad
tienen el deber de defender los bienes colectivos (…) hay bienes que, por su
naturaleza, no se pueden ni se deben vender o comprar»; de lo contrario se cae
en «una idolatría del mercado, que ignora la existencia de bienes que, por su
naturaleza, no son ni pueden ser simples mercancías» (Juan Pablo II,
«Centesimus annus», 40).
La sociedad civil sí está respondiendo a su deber de defender los bienes
colectivos, movilizándose contra su privatización y la extensión de la lógica
mercantil. El Estado, de la mano de gobiernos guiados por el neoliberalismo,
está abandonando cada vez más esa responsabilidad en su servicio a la sociedad.
Y servir a la sociedad es lo único que le da sentido y legitimidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario